martes, 2 de junio de 2009

El G-192 de las Naciones Unidas, una oportunidad

Fernando Bermúdez
" href="http://www.redescristianas.net/2009/05/30/participacion-universal-frente-a-la-crisis-el-g-192fernando-bermudez/">Participación universal frente a la crisis: el G-192

Estamos sumergidos en una crisis global. Hay quienes visualizan la crisis solamente desde el aspecto socio-económico debido al alarmante incremento de desempleados. Sin embargo, la crisis no es sólo económica. Es fundamentalmente una crisis de humanidad. La globalización neoliberal ha llevado al mundo a un desequilibrio humano, generando una crisis económica, alimentaria, energética, climática, social y ética.

Crisis económica, porque importantes compañías transnacionales y prestigiosos bancos han entrado en quiebra y medianas y pequeñas empresas se han cerrado, dejando multitud de trabajadores en la calle.

Crisis alimentaria, porque crece aceleradamente el número de hambrientos en el mundo. Los últimos datos hablan de 963 millones de personas hambrientas. El hambre es un genocidio político que afecta al 80 por ciento de la humanidad. Alrededor de 100.000 personas, sobre todo niños, mueren diariamente por enfermedades relacionadas con el hambre.

Crisis energética, porque la fuente de energía se ha centrado en el petróleo y éste ya va dando signos de agotamiento.

Crisis climática, porque el sistema dominante, en su afán desmedido de lucro, es despiadado con el medio ambiente. Explota los recursos de la naturaleza de un modo salvaje buscando tan sólo la acumulación de dinero. Destruye bosques, contamina ríos y mares, envenena la atmósfera con la emisión de CO2. La capa de ozono se destruye aceleradamente. El planeta ha entrado en un proceso de calentamiento global, cuyas consecuencias son cada vez más alarmantes. El sistema capitalista se desarrolla destruyendo la naturaleza.

Crisis social, porque nunca ha habido tanta riqueza en el mundo como hay hoy y, sin embargo, ha aumentado el índice de pobreza y miseria en amplias zonas del planeta, generando que una avalancha de masas humanas emigren del sur hacia el norte. Asimismo, esta situación está provocando estallidos sociales, atentados terroristas y piratería.

Crisis ética, porque todo se mide en función del dinero, no del bien común. Se ha materializado la existencia humana a tal grado que se vive para consumir en vez de consumir para vivir. Se ha invertido el sentido de la economía que, en vez de estar al servicio de la persona, es ésta la que se ha puesto al servicio de la economía como una pieza del engranaje del sistema productivo. Más aún, se ha hecho de la economía un medio de especulación. En definitiva, en el sistema neoliberal el dinero se ha convertido en dueño del hombre y el capital en dueño del trabajo. La sed insaciable de poder y de acumulación de riqueza se ha transformado en la razón última de la vida.

Esta es la realidad que vivimos. Por lo tanto, la crisis no se soluciona con medidas reformistas, que vendrían a ser como remiendos en un vestido viejo, retomando las palabras de Jesús de Nazaret. Son necesarios cambios profundos.

Los países ricos conformaron el denominado G-20 para buscar soluciones a la crisis, pero sin contemplar la globalidad de la misma. Esta instancia no se ha mostrado a la altura de los desafíos que exige la crisis mundial. Se limita tan solo a la dimensión económico-financiera para salvaguardar los interese de los poderosos. El G-20 se autoproclama el árbitro mundial, lo cual le quita legitimidad jurídica y moral para tomar las decisiones que afectan a todas las naciones del planeta, como señala François Houtart. Es por ello que para hacer frente a la crisis mundial en sus distintas dimensiones se requiere la participación de la comunidad internacional: países ricos y países empobrecidos, teniendo en cuanta que estos últimos representan el 80 por ciento del planeta.

El sacerdote nicaragüense Miguel D’Escoto, presidente de la Asamblea General de Naciones Unidas, ha convocado una Conferencia de jefes de Estado de los 192 países de la ONU para los días 1, 2 y 3 de junio próximo con el objetivo de buscar juntos soluciones a la crisis global. Algunos países ricos, integrantes del G-20, magnates financieros y políticos neoliberales se han opuesto a esta iniciativa. Pero el proyecto sigue adelante.

Para preparar la Conferencia de los jefes de Estado (G-192) se ha conformado una Comisión por las Reformas del Sistema Financiero y Monetario Internacional bajo la coordinación del Joseph Stiglitz, premio Nóbel de Economía y ex vicepresidente del Banco Mundial. Stiglitz, después de su experiencia en el Banco Mundial, ha asumido un papel crítico frente al sistema capitalista.

Con Houtart podemos afirmar que ha llegado la hora de cambiar los parámetros de las relaciones entre los distintos países y con la naturaleza, de cambiar el modelo económico-financiero, de cambiar la organización política mundial y el concepto mismo de desarrollo y del crecimiento económico.

No se trata de volver a poner en funcionamiento el modelo económico capitalista, pues con su lógica de libre mercado creadora de tantas desigualdades, dentro de pocos años entraríamos de nuevo en otra crisis de mayores dimensiones. Este modelo nos lleva irremediablemente a la destrucción de la humanidad y del ecosistema. Se trata, pues, de recrear la humanidad con un nuevo modelo socioeconómico y financiero alternativo fundado en la justicia y en la solidaridad, de manera que nos acerque a la utopía de otro mundo posible. La transición de la economía capitalista a una economía solidaria va a ser larga, es un proceso histórico a largo plazo. Pero es necesario empezar ya a sentar las bases. Uno de los pilares fundamentales para este nuevo modelo económico es la revolución de la conciencia personal y colectiva desde los principios éticos universales, sin la cual no hay posibilidad de cambio.

El G-192 se presenta como una oportunidad. Está exigiendo a los movimientos sociales, artistas, profesionales, líderes religiosos, políticos, medios de comunicación y a la opinión pública en general, presión para que en cada país se desarrolle la toma de conciencia de que no son sólo los jefes de Estado los gestores del cambio sino sobre todo los pueblos, para que con su participación activa, el G-192 signifique el inicio de un cambio de rumbo en la historia de la humanidad. Esta es nuestra esperanza.