Dgo.17º-26.07.2009
Lectura del santo evangelio según san Juan (6,1-15):
En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos.
Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: «¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?» Lo decía para tentarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer.
Felipe contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo.»
Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?»
Jesús dijo: «Decid a la gente que se siente en el suelo.» Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil.
Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado.
Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie.» Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido.
La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: «Éste sí que es el Profeta que tenía que venir la mundo.» Jesús entonces, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.
Actualidad del mensaje:
“El Pueblo tiene hambre”: Eso decía una pancarta sencilla, de las que recibían a Juan Pablo II en su primer viaje a Brasil.
“El pueblo tiene hambre” es la realidad que le hizo a Jesús dar de comer a los hambrientos, a los alejados, a los excluidos. Así los acercó, los incluyó en la familia de Dios, los alimentó y los llenó de vida. Este sigue siendo el primer deber del cristiano si quiere seguir a Jesús, si quiere hacer de su vida una Eucaristía, si quiere hacer vida y verdad el sacramento que celebramos cada domingo.
¿Por qué hay tanto hambre en el mundo, habiendo en la tierra alimentos suficientes para todos?
¿Quién nos va a enseñar a nosotros a compartir, si sólo sabemos comprar?
¿Se producirá algún día ese “milagro” de la solidaridad entre todos?
Enséñame a compartir
Gracias por el sentido del gusto,
por mis gustos concretos
y los sabores que puedo distinguir
y tengo la suerte de probar.
Gracias por la comida compartida,
por tu Palabra narrada como Buena Noticia en torno a la mesa.
No dejes que la lengua se me vuelva amnésica,
no dejes que me sacie y me harte.
Acompáñame en las tentaciones consumistas e insolidarias.
Enséñame a compartir.
Enséñame a mirar con cariño y esperanza mis recursos
y a confiar en su capacidad multiplicadora.
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